En 2006, llamado por las señales, decidí emprender un viaje a México, donde cambio totalmente mi percepción del mundo y del verdadero sentido de la vida. Fue a raíz de entonces cuando mi existencia dio un vuelco radical; dejé la casa, el negocio, todo lo que había sido mi vida hasta el momento, y emprendí un camino de regreso a la esencia de nuestro ser. Intenté buscar respuestas recorriendo un largo camino espiritual, pero un día sentí que debía profundizar más allá de todo lo ya creado. Había algo mucho más profundo que todo lo que había aprendido; había algo que solo podía encontrar dentro de mí. Empecé a dejarme llevar por ese llamado que anidaba en mi ser, no quería seguir aprendiendo cosas de fuera, quería conectar con mi espíritu interno, que fuera él quien me enseñara, que fuera él quien me guiara, que fuera él quien me sanara, que fuera él quien el don que todos tenemos me entregara.

Así que decidí otra vez dejar absolutamente todo lo que había aprendido hasta entonces y regresé de nuevo a México. Dejándome guiar por el llamado de mi interior, quise desconectar de todo, alejarme de todo vestigio de civilización, ir allí donde solo hubiera silencio y naturaleza para realmente poder dedicarme por completo a profundizar en toda esa vibración que rugía desde lo más profundo de mi interior. 

Y me fui a unas cabañas perdidas en las montañas de Jalisco donde vivían los indígenas Wirrarikas. Vivía incomunicado del mundo, sin agua ni luz eléctrica. Allí estuve durante mucho tiempo, con un fuego que nunca dejé apagar, levantándome con los amaneceres y acostándome con los atardeceres, viviendo en el más puro de los silencios, allí donde nos permitimos escuchar los susurros de los árboles, de las piedras, de las nubes, de los amaneceres, allí donde se nos revelan todos sus misterios y secretos, allí fue cuando verdaderamente conecté con la esencia de mi espíritu y empecé a recibir cantos, mensajes y visiones; me parecían tan profundas las cosas que sentía que casi inconscientemente lo apuntaba todo en mi libreta; estaban siendo muy sanadoras y de gran valor y ayuda para mí mismo.

Es a partir de entonces cuando empieza a gestarse un nuevo sendero en mi vida, donde empiezo a compartir todos los mensajes y poemas escritos en mis más de 10 años viviendo en el silencio y quietud de las montañas, entregando toda mi experiencia en el camino y toda la sabiduría compartida de mi espíritu. Yo soy el primero que aprendo, pues es el espíritu hablando a través de mí; todo lo que comparto siempre me lo digo primero a mí y, al ser medicina para mi alma, también siento que debe serlo para el alma de todos los demás.

- Arnau de Tera -

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